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Antropocentrismo

Micaela Anzoátegui

Uno de los principales ejes para comprender la problemática relación de las sociedades actuales con los demás animales y la biósfera, es repensar el antropocentrismo en clave contemporánea. El antropocentrismo suele estar asociado principalmente a la emergencia del denominado “antropocentrismo renacentista”, como una nueva forma de comprender al ser humano que inaugura la concepción moderna de “hombre”. Pero, el recorrido que propongo implica revisar el antropocentrismo y cómo este se articula con la excepcionalidad humana, la ecología y la continuidad evolutiva, a partir de la idea de construcción de sentido.

El antropocentrismo es, primero, una perspectiva, una de las tantas maneras posibles de dotar de sentido al mundo, adscribirle significado y habitar en él. Y desde allí producimos sentido. “Antropocentrismo” significa que el ser humano, entendido de una determinada manera, es el centro y punto de referencia de todas las cosas. Pero, si es una perspectiva entre otras, podemos preguntarnos ¿por qué no es visible, por qué es la que aparece como única? Se trata de una perspectiva hegemónica, es decir, sostenida por la mayoría de los integrantes de nuestra cultura. Por eso se convierte en el ambiente ideológico en que nos movemos, pensamos, actuamos, producimos conocimiento, etc. En definitiva, desde esta particular perspectiva construimos sentido, y este sentido está vinculado a la jerarquía y el dominio sobre aquello considerado no-humano.

A efectos prácticos, donde el antropocentrismo puede verse en acción, supone que el ser humano, o la sociedad en su conjunto, pueden disponer de todo lo viviente y, en definitiva, de todo lo existente para utilizarlo con la finalidad que se determine. Es decir, el mundo es pensado al servicio del hombre, y exclusivamente en función de él cobraría sentido. Así, todo lo entendido como no-humano puede ser utilizado en función de un interés social, económico, político y/o personal. Bajo esta representación, las consideraciones éticas se restringen al trato entre humanos, mientras que los animales y la biósfera no son comprendidos como entidades con un valor propio, inherente a sí mismos. En otros términos, tanto su valoración, como su permanencia o existencia quedan ancladas a circunstancias, determinaciones y procesos humanos.

En la filosofía, particularmente, se retraduce en perspectivas que posicionan al ser humano como sujeto, mientras que los demás animales y todo lo considerado por fuera de lo humano quedan reducidos a objetos. También, sus análisis pueden quedar sesgados bajo una mirada reduccionista que no problematiza ciertos puntos de partida.

Ahora bien, el antropocentrismo como construcción de sentido no afecta solamente a otras entidades, también tiene consecuencias en el modo de concebirnos a nosotros mismos y como generamos conocimiento. Respecto al ser humano, el enfoque antropocéntrico lo identifica con la esfera de lo racional, lo mental, subordinando al cuerpo, las emociones, y todo aquello que se suele vincular con “lo animal”. Además, especialmente, postula la “tesis de la excepcionalidad humana”: la convicción de que somos seres radicalmente distintos al resto del universo, diferentes de los animales y que no rigen en nosotros las dinámicas que están presentes en ellos (Schaeffer, 2009). Así, a lo largo de la historia de las ideas de nuestra cultura se buscó colocar el límite humano-animal en la razón, el alma, la capacidad moral, la subjetividad, la sensibilidad estética, el uso de herramientas, el símbolo, la misma cultura y otras… no obstante, para cada una de estas mentadas excepciones existen estudios que muestran que la diferencia es solo de grado, resaltando la presencia de características tradicionalmente consideradas “humanas” en los animales (Lázaro, 2020). Esto marca otro punto importante: la existencia de la continuidad evolutiva, que posiciona al ser humano como una porción dentro del conjunto de los organismos que existen en el planeta. Ahora bien, esta última noción, propia del pensamiento biológico, no fue asimilada completamente por nuestra cultura, de manera que co-existe con formas de pensamiento predarwinianas (Singer, 2003:382). De manera que el antropocentrismo nos afecta a partir de la asunción distorsionada de lo que somos.

Más aún, otra pregunta que podemos hacernos es ¿Qué pasaría si alguien no somete a otros seres, pero piensa el mundo con el hombre como su eje? También resulta antropocéntrico, aunque no se realicen acciones depredadoras directas desde allí. Ya que siempre puede surgir la postura de que lo no-humano se encuentra subordinado a lo humano de alguna forma, en tanto se suponga que posee un estatuto privilegiado del tipo que sea. Por lo cual, no se trata de si el ser humano se presenta como “bueno” o “malo” desde el centro, si no de revisar completamente su emplazamiento y el ideario jerárquico que lo sustenta.

Aproximadamente, esta concepción que llamamos antropocentrismo adquiere mayor fuerza desde el siglo XV. En ese momento comienza a producirse un cambio en el imaginario social europeo que marca el inicio de la época moderna, con el abandono paulatino de la representación cosmológica teocéntrica. Es recién a mediados del siglo XX que distintas corrientes denuncian que, junto al sistema económico, ha desencadenado la crisis ecológica. Este fenómeno, se vincula con otro término específico relacionado: antropoceno (Stoermer y Crutzen, 2000). Con tal neologismo se propone designar una nueva era geológica donde los impactos de las actividades humanas están dejando una huella geológica que persistirá por miles de años. A su vez, la presión antrópica creciente pone en jaque la biodiversidad silvestre y hasta compromete las condiciones de posibilidad de la vida (Leakey y Lewin, 1998).

Desde luego, una pregunta importante en este panorama es ¿Podemos pensar de manera no-antropocéntrica? Resulta muy común la idea de que el antropocentrismo es inevitable, que solo por ser humanos, debemos ser antropocéntricos. Sin embargo, tal como señalamos, no es un modo de pensar(nos) ahistórico, es posible rastrear su propia historicidad. Más aun, de hecho, desde mediados y finales del siglo pasado hasta el presente, una multiplicidad de corrientes filosóficas y científicas desarrollan investigaciones no sólo descentradas del ser humano, si no que también permiten aproximarnos a los demás animales, el ambiente y la comprensión de las dinámicas naturales de forma novedosa. Se trata de aproximaciones epistemológicas anti-antropocéntricas, post-antropocéntricas o no-antropocentradas (Aigner et. al., 2016; Ferrando, 2016; Anzoátegui, 2015). Y, en definitiva, esto también cambia la forma de pensarnos a nosotros mismos. Inclusive, fenómenos como la cultura, el lenguaje, el aprendizaje, la conceptualización, la moral, las emociones y la capacidad de agencia pueden ser abordados sin tener al ser humano como referente principal (Butchvarov, 2015; Mendl, et. al., 2010). Estas nuevas investigaciones, justamente, están constituyendo un paradigma alternativo, que merma la centralidad explicativa del antropocentrismo. Así, campos recientes y variados como las epistemologías alternativas, la etología filosófica, los estudios críticos animales, la ecología política, la ecología científica, el ecofeminismo, la ética animal y ambiental, la etología cognitiva, la primatología, y sobre todo la biología evolutiva, entre otros, están generando una nueva imagen de los humanos, los demás seres vivos y la biósfera muy distinta a la que teníamos anteriormente (Singer, 2003;  Anzoátegui, 2015; Butchvarov, 2015; Ferrari y Anzoátegui, 2019). La interdisciplina, a su vez, permite abordajes integradores y críticos al vehiculizar cruces temáticos.

Por último, es importante revisar particularmente como opera el antropocentrismo en la enseñanza (en todos sus niveles) y en la investigación. En estos ámbitos es posible detectar que el antropocentrismo y el supuesto de la excepcionalidad humana aparecen como un sesgo epistemológico de gran importancia por su alcance, fácil reproducción y constante naturalización. Es decir, se trata de un error sistemático, no aleatorio, dependiente de esta cosmovisión anacrónica. Precisamente, el sesgo epistemológico antropocéntrico o excepcionalista puede equipararse en operatividad y consecuencias al sesgo epistemológico sexista (Femenías y Spadaro, 2013; Anzoátegui, 2017).

En resumen, actualmente nos encontramos en un momento de revisión del sentido-de-mundo que nos proporcionaba el antropocentrismo como modo de comprensión privilegiado.

Bibliografía sugerida

 

Aigner, Andreas, et. al., ‘Post-Anthropocentrism’ in Animal Philosophy and Ethics: The Disparity of the Prefix ‘Post.’ Humanimalia: A Journal of Human/Animal Interface Studies. 7 (2):56-83.

Anzoátegui, Micaela (2015). El problema de la condición de persona aplicada a animales no-humanos: antropocentrismo especista, subjetivdiad y derecho. La Plata: Memoria Académica UNLP. En:  http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/perfiles/0060AnzoateguiM.html

 

Anzoátegui, M. (2018). El dualismo mente-cuerpo y la división humano-animal. En M. Campagnoli & L. Ferrari (Eds.), Cuerpo, identidad, sujeto, perspectivas filosóficas para pensar la corporalidad. La Plata: EDULP.

 

Anzoátegui, M.; Carrera Aizpitarte, L.; Domínguez, A. (2015). Hacia un nuevo paradigma no antropocéntrico, cambios en la relación hombre-animal-naturaleza en el pensamiento contemporáneo. Actas del XVII° Congreso Nacional AFRA, Santa Fé.

 

Best, Steve et. al. (2007). Introducing Critical Animal Studies. Journal for Critical Animal Studies.

 

Brown, Culum (2015). Fish intelligence, sentience and ethics. Animal Cognition, 18:1-17.

 

Butchvarov, Panayot (2015). Anthropocentrism in Philosophy: realism, antirealism, semirealism. Boston: de Gruyter.  

 

Crutzen, P. & Stoermer, E., “The 'Anthropocene'”, Global Change, 2000, (41):17-18.

 

Femenías, María Luisa y Spadaro, Cristina (2013). Subvirtiendo las estructuras de los saberes: algunas reconsideraciones sobre sus presupuestos. Labrys, études féministes/estudos feministas, 23.

 

Ferrando, Francesca (2016). The party of the Anthopocene. Relations 4 (2):159-173.

 

Ferrari, H. R. y Anzoátegui, M. (2019). Apuntes para un post-especismo: más allá (ya no) hay monstruos. Ludus Vitalis, 27 (51):83-98.

 

González, Anahí Gabriela (2019). Lecturas animales de las vidas precarias. El «discurso de la especie» y las normas de lo humano. Tabula Rasa. (139-159).

 

Hernández Aja, A.; Puleo A., et. al. (2009). Claves del ecologismo social. Madrid: Libros en Acción.

 

Lázaro, Laura (2020). Antrozoología de la cognición: igualando las diferencias. Revista Calidad de Vida y Salud.

 

Leakey, Richard y Lewin, Roger (1998). La sexta extinción, el futuro de la vida y el planeta, Barcelona: Tusquets.

 

Lestel, Dominique (2018). Hacer las paces con el animal. Buenos Aires: QualQuelle.

 

Mendl, Michael, et. al. (2010). An integrative and functional framework for the study of animal emotion and mood, Biological Sciences, 277 (1696):2895-2904. Published by: The Royal Society.

 

Pezzetta, Silvina (2017). Aportes teóricos para la discusión sobre los animales no humanos como sujetos de derecho. Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales. 4(2):16-40.

 

Puleo, Alicia (2019). Claves ecofeministas. Madrid: Plaza y Valdez. 

Schaeffer, Jean-Marie (2009). El fin de la excepción humana, Buenos Aires: FCE.

Singer, Peter (1991). A Companion to Ethics. Blackwell, Oxford.

Singer, Peter (2003). Desacralizar la vida humana, ensayos sobre ética. Madrid: Cátedra.

 Sunstein Cass R. & Nussbaum, Martha (2004). Animal rights. Currents debates and new directions, Oxford University Press.

Tønnessen, Morten, et. al. (2016). Thinking about animals in the Age of Anthropocene. London: Lexington Books.

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