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Estados mentales en animales no humanos

Dra. Laura Danón

En las últimas décadas, el problema de la cognición animal o, en términos más cotidianos, de las “mentes animales”, ha sido objeto de atención creciente por parte de filósofos y científicos de distintas disciplinas. Estos investigadores se han focalizado en estudiar si (al menos algunos) animales no humanos tienen mentes y en qué aspectos estas se asemejan, o difieren, de nuestras mentes humanas.

Con frecuencia los filósofos están dispuestos a admitir que todos o, al menos, buena parte de los animales no humanos cuentan con capacidades para formar algún tipo de representaciones perceptuales primitivas, o “proto-pensamientos”, que versan sobre lo que está ocurriendo en el momento actual y en su entorno más cercano. Se suele pensar, además, que tales representaciones tienen la función de guiar de modo inmediato sus respuestas a este entorno. Podemos preguntarnos, sin embargo, si toda la cognición animal se reduce a estas capacidades básicas para representar perceptualmente lo que está ocurriendo en el “aquí y ahora” más próximo de la criatura.

Muchos sostienen hoy, apoyándose en evidencia experimental y en observaciones de animales en contexto naturales, que al menos algunas especies de animales no humanos poseen representaciones y estados mentales que van más allá de lo que están percibiendo en su entorno más inmediato. Hay animales— entre los que se cuentan los grandes simios, los delfines y algunos pájaros—  que parecen ser capaces, por ejemplo, de almacenar información adquirida en el pasado, de anticipar eventos futuros, de imaginar situaciones que no están teniendo lugar actualmente, de planificar una serie de pasos para alcanzar un objetivo, etc. Si, efectivamente, algunas especies cuentan con alguna suerte de capacidades de tal tipo, parece que podemos adjudicarles, no sólo percepciones, sino también un espectro más amplio de estados mentales que incluyen recuerdos, expectativas, planes, creencias, etc.  

            Otro tipo de competencia sofisticada que se ha estudiado en distintas especies de animales es la de realizar razonamientos. En particular, algunos filósofos se han centrado en la capacidad de los animales para llevar a cabo “razonamientos prácticos”. Estos serían, de modo muy general, razonamientos en los cuales la criatura puede combinar en una inferencia sus deseos u objetivos, por un lado, con ciertas creencias sobre cómo son las cosas, por otro, para arribar a una conclusión sobre cómo actuar. Si algunos animales no humanos tuvieran efectivamente este tipo de capacidades, entonces tendríamos que atribuirles una vida mental relativamente sofisticada, dentro de la cual habría que incluir distintos tipos de estados mentales que se combinan entre sí de modos versátiles y racionales para guiar la acción.

            Hay quienes que piensan que si un animal muestra en su comportamiento que puede perseguir un mismo fin por distintos medios y de usar un mismo medio para distintos fines, esto nos indica que es capaz de realizar razonamientos prácticos. ¿Por qué? Básicamente, porque esta versatilidad conductual sugiere que está combinando de modos flexibles distintas creencias sobre cómo son las cosas en el mundo y, más específicamente, sobre cuál es un buen medio para alcanzar un fin, con distintos estados motivacionales, como propósitos, intenciones o deseos (Bermúdez 2003, Hurley 2003). Ahora, se puede sostener que un ejemplo, entre otros, de este tipo de comportamientos flexibles se encuentra en el caso de grandes simios que son capaces de usar un mismo tipo de material para construir herramientas que sirven a distintos fines o de perseguir el mismo fin mediante la construcción de herramientas diversas.

            En síntesis: parece que tenemos buenas razones, empíricas y teóricas, para pensar que no somos los únicos animales con mente, sino que estamos rodeados de criaturas con distintos tipos de vidas mentales que abarcan desde estados perceptuales primitivos hasta un conjunto más amplio y rico de distintos estados psicológicos. La tarea que resta es la de avanzar en el estudio cuidadoso y detallado de las características de estos distintos tipos de mentes, sus parecidos y diferencias con las nuestras, sus alcances y sus limitaciones. También queda en pie, por supuesto, la empresa de extraer las consecuencias éticas que se siguen de vivir en un mundo que está poblado de criaturas con distintas clases de mentes.

[1] Licenciada en Psicología y Doctora en Filosofía (UNC, Argentina), Investigadora Asistente en CONICET (Argentina).

Bibliografía sugerida

 

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